Se encontraba preocupada, era tarde y su marido no había regresado aún del trabajo. Lo más probable era que se hubiese ido con sus compañeros a tomarse una cerveza al bar de turno, últimamente había cogido por costumbre hacer esto los viernes por la noche, pero esta vez no la avisó, por lo que decidió tratar de llamarle al móvil.

Tras escuchar los primeros pitidos y no recibir respuesta decidió dejarlo sonar, pero nada, no contestaba. No sabía muy bien que hacer, ya que como no la había avisado de que saldría, había comenzado pronto a preparar la cena, y ya casi estaba lista. Si no llegaba pronto se iba a enfriar.

Mientras esperaba decidió sentarse en el salón y ponerse una serie. Casi había terminado el capítulo cuando de repente sonó el temporizador del horno. La cena estaba lista y su pareja aún sin regresar a casa, casi por instinto decidió mirar el móvil para ver si tenía algún mensaje o algo, pero nada, por lo que volvió a llamar y de nuevo obtuvo el mismo resultado. Pensó que seguramente se habría olvidado ponerle el sonido a su teléfono después de salir del trabajo, era muy descuidado en ese sentido, pero aun así no tenía excusa para haber olvidado avisarla, no era controladora y no le importaba si tardaba, pero tampoco estaba bien que la dejase con la mesa puesta sin avisarla siquiera.

Dejó la mesa puesta y terminó de ver lo que le quedaba del capítulo para darle tiempo a regresar, ya que se acercaba la hora a la que solía regresar. La serie acabó y él aún no había vuelto. Se estaba empezando a molestar un poco, porque vale que trabajase duro durante toda la semana para poder mantenerlos debido a que ella no encontraba trabajo, pero eso no le daba derecho ninguno a no ayudarla con la casa, y mucho menos a coger y desaparecer con sus compañeros cuando le viniese en gana sin avisar. “Seguro que además se ha pasado bebiendo, porque desde luego no es normal que sean estas horas y aún no haya vuelto a casa” Pensó.

Decidió que, si a él se le olvidaba avisar, ella no se dignaría a esperarle para cenar, así que cenó sola. Aquella vez le había salido el cordero mucho más jugoso que de costumbre, no sabía muy bien si era por la nueva receta que había sacado de internet o porque el carnicero le había dado una pieza buena, pero la carne estaba espectacular.

Al terminar lavó los platos, estaba todo hecho un desastre, había manchado un montón la cocina en comparación con otras veces, pero nada que no pudiese dejar impecable en un par de minutos.

Debido a que su marido aún no regresaba ni la llamaba decidió servirse una copa de vino y continuar viendo la tele tranquilamente. Nada la podría amargar la noche. Pasada la cuarta copa empezó a notarse somnolienta y algo mareada. En vista de que él seguía sin dignarse a dar señales de vida decidió que era hora de irse a dormir, ya hablarían al día siguiente. Tras aquello se levantó del sofá y se dirigió torpemente hacia la habitación, una vez allí se sentó sobre la cama, se quitó las gafas y se acostó junto al cuerpo sin vida de su marido.